Siempre que alcanzamos alguna meta, por muy pequeña que sea, tenemos una satisfacción que nos hace sentir bien con nosotros mismos y nos refuerza la confianza y el autoestima; percibimos que nuestro esfuerzo, disciplina y dedicación nos han dado resultados por lo que valoramos de gran manera el hecho de que nuestra pasión y compromiso tienen recompensa. Incluso cuando recibimos cumplidos por parte de externos resulta grato, aunque en muchas oportunidades por modestia podemos tratar de opacar su importancia cuando el reconocimiento viene de otras personas.
Ahora, en el caso que no logremos cumplir el propósito que nos habíamos planteado o que nuestros proyectos no hayan resultado de la manera esperada se suele pensar en primera instancia atribuirle el fracaso a factores externos, ya sean circunstancias no adecuadas, el sistema, la influencia de los demás, en fin, se trata de justificar el no haber conseguido nuestros objetivos a elementos adicionales sin tomar en cuenta nuestra responsabilidad y nuestros errores cometidos ante la situación. Si bien es cierto que el fracaso puede estar vinculado a la influencia de ciertos factores externos que obstaculizan el que podamos alcanzar nuestras metas, es necesario tener la noción de que somos responsables de nuestras propias acciones para poder obtener grandes aprendizajes de esto.
Aceptando la responsabilidad
Nuestro proyecto de vida es de responsabilidad propia; cuando entendemos y aceptamos esto, dejamos de buscar culpables y asignar cargas a externos a los cuales no les corresponde. Siendo esto así, estamos en capacidad de aprender de nuestros errores y tomar las medidas necesarias para ejecutar los correctivos correspondientes y empezar un proceso de crecimiento, donde podemos trazar diferentes estrategias que nos permitan cumplir nuestros propósitos ahora sí, de forma satisfactoria. Si deseas leer un poco más sobre como el trabajo interno nos ayuda a ser mejores personas, te invitamos a leer nuestro artículo anterior titulado: la importancia del trabajo interno para el desarrollo personal.
Un asunto de ego y miedo
¿Por qué cuando cumplimos los objetivos celebramos nuestro esfuerzo y dedicación pero cuando fracasamos solemos verlo como culpa de agentes externos? Resulta más sencillo atribuirle nuestro fracaso a los demás o a las situaciones antes que asumir el hecho de que hemos fallado; muchas veces por el miedo a sentir que no somos lo suficientemente buenos, a que el mundo puede pensar que no estamos capacitados o al rechazo. En otros casos se trata de un asunto de ego y soberbia; no aceptar que como todos, tenemos debilidades, cometemos errores y no somos perfectos. Todos tenemos la libertad de escoger y actuar según como creamos correcto; pero debemos tener la humildad suficiente para entenderlo y por lo tanto saber lo que se hizo bien y lo que no; así como también que si bien pueden existir condiciones y personas externas que influyan en nuestro fracaso, de igual manera las hay para ayudarnos a conseguir nuestro éxito.
Honestidad y madurez
Ir tras lo que verdaderamente nos apasiona, siendo sensatos, cabales y comprometidos con nosotros mismos, nos permite forjar el carácter logrando entender que los errores que podamos cometer no son motivo para desistir. Si nos acostumbramos a renunciar a nuestros sueños nunca tendremos la verdadera satisfacción de sentirnos realizados en la vida con autenticidad. Errar es de humanos, pero estar conscientes de nuestro papel y responsabilidades refleja madurez e inteligencia; así como también un buen desarrollo emocional al no dejarnos derrumbar por las derrotas sino encontrar en ellas el impulso necesario para continuar con nuestra travesía hacia el éxito.
¿Siempre te haces responsable de tus acciones? ¿Asumes con humildad cuando sabes que has cometido un error?
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